El “Diccionario de materia mercantil, industrial y agrícola” de Don José Oriol Ronquillo, editado en Barcelona en el año 1851 hace la siguiente definición: “Se llama botijón, y también dama-juana, a una botella de un gran volumen, comúnmente cubierta de mimbre o de junco, o de trenzas de paja, destinada para contener líquidos, tales como los aceites de los pintores, y principalmente los ácidos hidroclórico, sulfúrico, nítrico y otros. Estas botellas se hacen de vidrio común, y también de asperón o gres; su cabida es variable, pero regularmente de 25 a 30 azumbres”.
El término garrafa nos hace retroceder mentalmente a la época en que los graneles eran la forma de distribución del vino más habitual entre productores y consumidores. Desde las cooperativas, bodegas o mostradores de las tabernas, el vino era expendido en garrafas de una, dos o más arrobas destinadas al consumo familiar.
La otra imagen ineludibles es la de aquellas grandes acumulaciones de garrafas expuestas a la intemperie para lograr unos vinos de dudosa calidad pero fuertemente demandados. En el interior de las vasijas de cristal se fraguaron aquellos recios y oxidados vinos blancos, que descansaban expuestos a interminables jornadas de sol y a fuertes cambios térmicos.
Además de esa misión maduradora del vino, las damajuanas o bombonas, fueron los recipientes que en la industria vinícola cumplieron durante mucho tiempo una importante labor como envases para almacenar vino destinado a rellenos, siropes y aguas de vida. También los restos de vino, las reservas dulces, etc, se mantenían mejor en damajuanas que en barriles de madera, donde adquirían su característico sabor forestal.
Tienen una capacidad entre 5 y 50 litros. Suelen ser piriformes y de color verde claro para poder observar mejor su contenido. Debido a la fragilidad del cristal, suelen protegerse con un cesto o un armazón de masera, mimbre o plástico y son poco utilizadas para el transporte. Se cierran con tapas de goma, boca de rosca, cápsulas de plástico y especialmente con tapones de corcho.
En la actualidad son unos envases muy adecuados para realizar experimentos y pruebas y para guardar vinos especiales. La cualidad del cristal como material inerte lo pone a la altura del acero inoxidable, aunque su fragilidad condiciona no sólo su uso sino también su tamaño. Son de gran utilidad para producciones artesanales de vino blanco. Además, la transparencia del vidrio permite observar las tonalidades del vino, así como posibles posos o partículas en suspensión.