Todo lo que está hecho a mano por diferentes tipos de artesanos, como los toneleros, puede ofrecer ligeras variaciones en su manufactura, su capacidad y sus características. Por ejemplo, incluso hoy, las barricas château concebidas para el transporte en barco pueden ser ligeramente diferentes unas de las otras, y no sólo en su tamaño.
En una visita a una gran bodega se podrán observar largas y ordenadas filas de barricas de madera, pero cual el vino que contienen haya de ser transportado, es probable que se trasiegue a depósitos menos pintorescos, tales como tanques metálicos. No hay nada de malo en ello. Sólo unos pocos vinos de gran calidad capaces de mejorar en su maduración en barricas de madera son así conservados hasta su transporte y consumo. En sus orígenes las barricas se utilizaban transportar el vino pero, con el tiempo la botella de vidrio se convirtió en el recipiente estrella y las barricas tomaron otro protagonismo.
A la hora de escoger una barrica, el primer paso es decidir el tamaño. Existen muchos tamaños, los más conocidos son la bordelesa (225 litros de capacidad) y la de borgoña (300 litros de capacidad). Las maderas más utilizadas son el roble francés y el roble americano, aunque también existen barricas de otras maderas. El último aspecto importante a tener en cuenta es el nivel de tostado de la barrica (ligero, medio o alto).
No debe olvidarse, no obstante, que el envejecimiento en madera no siempre es aconsejable para cierto vinos, ya que pueden privarlos de ciertos matices de frescura, aroma y sabor muy apreciados por muchos consumidores, como ocurre con una gran cantidad de vinos jóvenes elaborados para ser consumidos en un periodo corto de tiempo.