Es el aderezo que más viste a la botella, la que identifica y presenta el vino con un simpe golpe de vista. Portadora de la marca del vino, cada día se busca más la estética y cierto toque distintivo que atraiga la atención del consumidor. Forma, diseño y colorido entran en juego y van adaptándose a las nuevas tendencias, en ocasiones con un juego de contrastes armonioso y atractivo, hasta tal punto que a veces se identifica más una etiqueta que le vino que representa.
La etiqueta va pegada en el centro de la botella y no tiene unas dimensiones estandarizadas. En ella deben aparecer todas las indicaciones necesarias para que el consumidor sepa lo que va a beber, o dicho de otra forma, es el medio de comunicación empleado entre el productor de vino y el consumidor.
Al contrario de lo que pudiera pensarse, también la etiqueta tiene su historia. Numerosas referencias documentales confirman que ya los romanos etiquetaban las ánforas vínicas, indicando la procedencia del vino y el nombre del cónsul mandatario en el momento del envasado. En cuanto a etiquetas palpables, las más antiguas datan del siglo XVIII y son muy sencillas, sin adornos ni dibujos, acaso una pequeña orla trazada manualmente. En ellas aparecen datos sobre el tipo de vino, el año, el bodeguero y la dirección.
El uso habitual de la etiqueta es bastante reciente, fue a mediados del siglo XIX, una vez que la venta de vino embotellado se extendió y se comercializaban pegamentos que garantizaban una adherencia absoluta al cristal. Surgidas en la penumbra de las bodegas, ante la necesidad de los bodegueros de clasificar los distintos tipos de vino que producían, la etiqueta evolucionó hasta convertirse en lo que es ahora: información y publicidad. La etiqueta se convirtió en distintivo obligatorio de la botella de vino, una tarjeta de identidad donde mediante información breve y telegráfica, se da cuenta de su origen, marca, añada, zona, variedad de uva, grado alcohólico, volumen contenido, nombre y dirección de la bodega, registros de sanidad y exportación. Reguladas por ley, no son admitidas las etiquetas con errores o correcciones.
La contraetiqueta es un complemento, un espacio ganado para completar aquellos datos que no tenían cabida en la misma. También es el espacio utilizado para anotar los detalles legales de los vinos acogidos a Denominaciones de Origen. Asimismo, reciben este nombre las precintas oficiales que expenden los Consejos Reguladores como garantía de origen del vino.