Es el recipiente de gran capacidad donde tiene lugar la fermentación de los mostos, la posterior guarda de los vinos tranquilos y, en algunos casos, el envejecimiento de los mismos.
Una vez el hombre entró en contacto con el jugo de la uva fermentada, nació la necesidad de disponer de los recipientes adecuados para elaborar y contener el vino.
Los materiales utilizados en cada momento histórico fueron respondiendo a los usos y costumbres de la época. Tradicionalmente se construía de barro o madera y andando el tiempo también se impondría la mampostería y el cemento.
La necesidad de guardar los vinos en grandes cantidades conllevó a la creación de unos depósitos adecuados. Las tinajas fueron los primeros envases de envergadura considerables que se estandarizaron para almacenar los vinos.
Después del barro, recubierto primero de sustancias impermeables y de pintura y barniz inocuos, llegaron las tinajas construidas de madera que tenían una forma troncocónica característica. En ellas, el vino contenido aparte de fermentar, podría someterse a envejecimiento ya que la falta de hermetismo total consentía una serie de traspasos de aire que incidían en la evolución del vino.
Sucesivamente se experimentó con cubas de cal y canto, cuyo mayor grosor ralentizaba el proceso de enfriamiento del vino, y con el hormigón y el ladrillo, en cuyo caso había que asegurar muy bien el hermetismo. Con la incorporación del cemento como elemento de construcción, las tinas se convirtieron es un recipiente idóneo, totalmente hermético para la fermentación de los vinos y su almacenamiento. No supuso la solución definitiva porque este material, susceptible de ser atacado por determinados ácidos del vino, exigía cuidados especiales y una limpieza periódica.
La alternativa de los depósitos de acero inoxidable introducida a mediados del siglo XX, ha supuesto un paso fundamental en la modernización y optimización de las bodegas.
Se mantiene inalterable a los agentes corrosivos del proceso de vinificación, no transmite ningún tipo de aroma ni sabor, su textura pulida no da lugar a resquicios ni fisuras y su limpieza es fácil
En la actualidad, el acero inoxidable, aséptico e inalterable, ha desbancado a los antiguos materiales erigiéndose como elemento perfecto para cumplir su cometido sin ningún desatino.